La primera vez que oí hablar de
Emilio Papel fue en el estudio de un pintor en Granada. Estaba en un piso lleno de iraníes y personas de otros países, pero no los típicos países, sino otros diferentes, de esos que están en el este en latitudes parecidas a las nuestras. Personas similares físicamente que comen de las mismas plantas que nosotros, higueras y almendros, pero hablan idiomas totalmente diferentes. ¿Fue allí donde conocí al primer armenio? No lo sé. Llevé mi
Apnea, como si se tratase de un mensaje en una botella para Emilio y me llegó a cambio uno de mis libros de poemas favoritos de todos los tiempos
Multiestrella de Emilio Papel y la picadora de versos . ¿Se puede reír, jugar, decir más? Automáticamente quedé colgada de esos versos antiversos postmodernos.


Un tiempo después, cuando el pintor salió de mi vida y me fui a vivir a Madrid y los únicos extranjeros eran los que llamaban a mi trabajo y la alemana con la que compartía piso, ya pensaba que Emilio Papel y yo nos habíamos perdido la pista para siempre, aparecieron las
primeras derivas en mi correo electrónico, que procedí a subir a youtube al momento. No dudé en invitar a la
Sociedad Psicogeográfica de Salamanca a que colaboraran con el
Elefante Rosa, un fanzine no tan distinto de ellos en planteamiento y no dudo en seguir lo que hacen, a veces me dejan
totalmente pasmada.



Casi amor es el nuevo poemario favorito que persigo. Tengo una postal con uno de los anunciospoema, pero los quiero todos. Todos. Me pregunto si estará impreso comercializado distribuido estampado publicado construido reunido instaurado por algún lugar. Ya les he escrito. Ahora sólo espero que me llegue pronto, pagando o gratis, metalizado o edulcorado y con emulgentes o vegano, me da igual, para poder leerlo de un tirón entero. Después de todo soy una lectora fuera de la ley. De la ley del canon, del éxito enquistado, de todo lo inmaculado. Yo sólo quiero auténticos destellos no del todo institucionalizados.