Normalmente no me parezco nada a esa niña tan aplicada del poema que tanto me gusta de Bárbara Miranda, Cenicienta con cordones. Esa niña que viajaba en autobús en lugar de ir en calabaza y llevaba siempre a casa a tiempo sus dos zapatos y hasta le quedaba un respiro para sonreírse de haberse escapado sin haber dejado atrás nada.
Yo no, yo caigo en garras de Dionisos por propio convencimiento y ando siempre perdiendo zapatos o, sobre todo, una y otra vez, mis pendientes favoritos. Incluso a veces pierdo sangre a raudales, pero qué más da, me regenero, es mi deseo, soy una fábrica de vida en movimiento. Es una maravilla ver la alegría con la que me entrego a una insensatez de juguete, cómo mi tristeza más tonta brilla más que la euforia mezquina de los agazapados.
Esta vez me he hecho de estrellas rojas. Tienen puntitas que pinchan de desafío pero me gustan más que la comodidad de estar muertos. He quemado esclavitudes, he renacido del agua saciada formulando deseos. Mis pendientes se han quedado conmigo sin que yo me preocupase por ellos. Ya no tengo miedo. Estoy contando hacia atrás los cuentos hasta que se agoten las historias y ahora llegamos a un nuevo comienzo. EnROJezcO por momentos. Tengo todo el color del mundo y mil maneras de moverlo.
Yo decreto.
3 comentarios:
Afortunada energía vital...
Apneica es la más bonita de las princesas
" me gustan más que la comodidad de estar muertos" flípame como escribes natalia...eu de grande quero escribir así...un bico enorme dende o atlántico
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