Cuando C. y yo coincidimos en algún lugar, nos transformamos. De repente se termina la sensación de que hay que ocultar quien somos a las personas incapaces de ver, se termina la incomodidad, la inadecuación. El tiempo cambia su calidad y de repente ya no tiene prisa porque está donde tiene que estar. Porque ella sabe que comprendo las cosas que piensa aunque sea más joven y yo sé que ella sonríe de veras cuando está sola en su jardín, y lo sé mucho antes de, sin haberlo planeado, espiarla aquella vez y descubrir que era cierto.
En esos momentos no sólo es madre, esposa, abuela, maestra, profesora para mayores en la universidad, autora premiada de cuentos, poeta, gallega y autora teatral casi perseguida por el franquismo por tener sin querer ideas que transgredían el orden. En ese momento es excepcional aún más de lo que nadie pueda ver.
Cuando estamos juntas en la pequeña cafetería del paseo marítimo tengo la sensación de que estoy recogiendo con un dedal el océano antiguo de todo lo que ella sabe. Me ahogo, me va a estallar el pecho en todas las cosas importantes sin palabras que ha descubierto. Entonces me callo porque quiero aprender más aún. Y ella rompe a hablar dos segundos después de que parezca que se va a callar para siempre. Y es una suerte.
- Pero si yo nunca le hablo a nadie de estas cosas, brujita. Yo siempre estoy callada. Algún encantamiento me estás haciendo.- me dice sonriendo sorprendida de sí misma.
Hoy por primera vez está callada. - ¿Qué pasa?- le pregunto. - Hoy necesito las palabras dentro. Para que me den fuerza. - me responde. Algo pasó y comprendo que no puedo preguntarle. Y empieza uno de esos momentos tan grandes que no sabes si vas a ser capaz de vivir. Hay que ser inmensa para acoger uno de esos momentos. Y yo lo intento lo mejor que sé, con mi dedal pequeño. Trato de sujetarlo firme y suave para que me atraviese.
- C., N., ¿qué tal?- dice mi antigua profesora de filosofía que pasa por allí. La saludamos con un gesto de cabeza. Estamos mudas. Nos habla de su hija que ya está en la universidad, del tiempo que está haciendo, levante y luego poniente, de las cosas que ha estado haciendo últimamente. Le gustamos. A mi mi profesora me gusta porque no se sorprende de que C. y yo nos estemos cogiendo de la mano todo ese tiempo.
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"¡Por un fusible y un rotor! Es una advertencia al lector: las cosas van mal, pero irán peor. Digan lo que digan, éstos gripan mejor que Reagan. La humanidad no para de avanzar: primero vino Felipe y ahora tenemos a Aznar. ¿Por qué no me dejan participar? ¡Por un cable y un pistón! ¡No acepto la jubilación! ¿Por qué no me dan un nombramiento? Volveré, lo garantizo, y globalizaré hasta el granizo. jajajajaja. ¡Qué mala, pero qué mala soy!
Prólogo de la Bruja Avería en El Libro de la Bola de Cristal,
por Santiago Alba Rico.
Prólogo de la Bruja Avería en El Libro de la Bola de Cristal,
por Santiago Alba Rico.
3 comentarios:
Me ha gustado mucho. Me gusta que la gente tenga manos que coger y que te cojan.
Gracias por tu comentario.
A mí también me llamaban zorra, y me importó mucho, hasta que empecé a actuar como una zorra para no defraudarls. :) Duró poco ese tiempo, pero qué bien me lo pase a costa de esa fama rgalada!
"Brujita" es un genial apodo. Y los silecios son también importantes. Pero que no se contagie. ¿Te toca hablar a ti, quizás?
Beso
No puedes escoger apodo, pero si puedes reciclarlo luego...
A mi tambien me gusta tu profesora :D
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