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"¿No hay que cambiarlo el mundo? La virtud, pues, es peor que inútil: es también un vicio. Si se necesita ser particularmente bueno es que algo va francamente mal. Maldita la época -sí- que necesita héroes y santos. No se puede transformar el mundo con la varita de masturbar nuestras virtudes: hay que derribar la Bastilla."
Santiago Alba Rico.

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19.3.09

Políglota

Me gustaba empezar las cartas a la manera inglesa, con una coma detrás del nombre para que la persona en la que pensaba estuviera más cerca de mis preguntas: "¿cómo estás? ¿sabes que te echo de menos?". Incluso dejó de servirme el castellano porque el castellano para mi estaba extinguiéndose. Todas y cada una de las palabras usadas tantas veces que habían perdido la intensidad, el color, la fuerza. Entonces empecé a usar otros idiomas como herramienta, empecé a usar otros países como mi casa, colándome por la puerta de atrás en otras vidas con otras normas y otras formas de ser. Me hice vagabunda de otras literaturas. Para encontrar la niña que fui, para pensar con otras frases hechas, con estructuras imposibles en mi lengua materna, con imágenes producidas por sonidos que antes nunca en mi vida oí.


Y di la espalda a las palabras miedo, insomnio, madre, frustración, amor, deseo, corazón, espejo.


Luego empecé a enseñarlas a esos nuevos niños que eran los nórdicos que querían saber qué palabras había dentro de la cabeza de los que nacieron en el mismo lugar que yo. Personas que habían pisado otros continentes, personas que habían cambiado su vida una y otra vez, escaladores que ahora persiguen nuevas montañas, aventureros, abogados que vendieron su casa para coger un avión y arreglarse otra vida, niñas rubias que sonreían ante cualquier imprevisto porque son duendes, mujeres que dejaban atrás amor y canciones y lagos y la selva negra. Les regalé la palabra mirador, tapa, primavera, mar, amiga. Y esos niños se me metieron dentro tanto como las cenas en la Miglia d'Oro, aquel cine decadente de Via Toledo a Napoli, tanto como leer a Blake en un palacete napoletano con ventanas al mar y jardines con niños y basílico en las ventanas y limones y abrazos en la ducha y besos por las mañanas. Después del milagro cotidiano del amor, había vuelto con ellos, de la mano de su búsqueda al punto donde empecé.

Hoy de nuevo las palabras me pertenecen, miedo, amor, tormento, alivio, primavera, ci tengo molto, mi raccomando, take care, wink, saudade, lembrarsi, azeccare, la primera palabra que aprendí sin haberla visto escrita, trascinare, crap, madre, thinking of a tree root, lover, gorgeous, famiglia,
querer querer querer tanto,
decir lo que quieres decir exáctamente como lo quieres decir en el momento adecuado.

Eso empieza a pertenecerme. Otra vez.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me encantaría saber muchos idiomas y concretar muchas ideas, muchos matices. Sobre todo, muchas imágenes. Algún día..

Bonita entrada, y algunas fotografías geniales, como la de "duende".

Saludos!

Frantic St Anger dijo...

Me has dejado sin palabras, al menos de los idiomas que conozco. Quizá sea una buena razón para aprender más.

"If we just close our eyes, we'll be in heaven tonight". (Yngwie Malmsteen)

"¡Por un fusible y un rotor! Es una advertencia al lector: las cosas van mal, pero irán peor. Digan lo que digan, éstos gripan mejor que Reagan. La humanidad no para de avanzar: primero vino Felipe y ahora tenemos a Aznar. ¿Por qué no me dejan participar? ¡Por un cable y un pistón! ¡No acepto la jubilación! ¿Por qué no me dan un nombramiento? Volveré, lo garantizo, y globalizaré hasta el granizo. jajajajaja. ¡Qué mala, pero qué mala soy!

Prólogo de la Bruja Avería en El Libro de la Bola de Cristal,
por Santiago Alba Rico.