
por alguna extraña razón que no termino de comprender con palabras, si miro mis pies a través del agua veo mis dedos deformados. veo que si os dibujase vuestras narices y vuestros ojos se parecerían más a lo que yo veo que a lo que sois. y me empecino y me pesan los entrometidos demonios que nos ciegan a base de ruido intermitente. guerras y paces calladas. deseos de enfurecernos porque es más fácil que irse muriendo sin decir nada. toda una vida con la garganta abierta para sólo soñar que no me den por sentado. como quisiera tocar y comerme vuestra carne. como suculenta golosina de vísceras inmaculadas y calientes. y mis pies... ¿dónde están mis pies? ¿acaso el agua no es lo bastante limpia como para darme lucecitas de nácar? ¿qué deforma mi punto de partida? quiero plantarlos en rocas diminutas y que me devuelvan alma salada.
gracias por vuestra paciencia perlada que me bebo a grandes sorbos antes de que brote de vuestra naturaleza de ángeles a jirones que encontraron el camino para aguantar mis espuelas. gracias por tirar la toalla de forma que aún quede un momento para mirar si de verdad era demasiado tarde. gracias por leer esta historia de autocompasión vergonzosa. quién tuviera pies de coral para silenciosa contaros de resacas y olas ajenas como era mi deseo.
hoy tampoco me he muerto. ¿no será hora de que me mueva? como un gato que persigue un pájaro. ávida y sigilosa quiero.
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